Blog de la escritora Marilyn Estévez


Soy la que soy y no pretendo ser otra. Cuanto he hecho hasta hoy ha sido siempre con la idea de hacer el bien y ser mejor cada día. Escribo desde que recuerdo, porque las ideas llegan en cualquier momento de la jornada donde me encuentre, lo mismo da una parada de ómnibus, que en espera de la metro; basta un segundo en que esté a solas conmigo misma; las palabras me rodean, me incitan, y ya no puedo hacer otra cosa que coger un papel y dejar que renazcan, fluyan, párrafos e historias que después les cuento en espera que les guste y me hagan llegar sus comentarios de alguna forma. Amo la sinceridad y a los amigos. Amo a quien es generoso y a quien no maltrata a los animales.
He creado este nuevo blog con la idea de no alejarme nunca más, mientras Dios lo quiera. Aquí contaré mis vivencias, secretos, mis sueños y de lo que escribo.
A todos espero les guste.


Miles de saludos desde un pedacito de mi mundo.

martes, 20 de mayo de 2014

En la mente de Gian


 

En la mente de Gian
 

 

 

 Nota de la autora:

Esta novela contiene lenguaje explícitamente de sexo que puede ser ofensivo para algunas personas. Si ese es su caso, no lea esta obra.

Todos los personajes citados en la novela son producto de la imaginación. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

 

 
                                                                       Primera Parte




               Once meses pasaron después de la mudanza. Pocos muebles llevé conmigo, apenas el sofá felpa color crema rematado y la mesa, aquella de la cocina -aunque no sabía dónde ponerla- donde solíamos sentarnos diariamente. Lo demás ya estaba en el apartamento. También estaba la argolla.

Pese a las apariencias al principio fue casi imposible imaginar cuál fuese su verdadero uso. El pedazo de hierro clavado entre la lámpara y el ventilador de techo no era más que una línea de pocas pulgadas suspendida en el aire, y el hueco cilíndrico de unos cinco centímetros de diámetro lo ignoré siempre a contra luz. La insignificante argolla era casi invisible.

Pero esta noche la cuerda rodó por el hueco de la argolla con extrema facilidad y accionó como engranaje izando mis brazos. Al contraer los tendones fue como si los músculos fueran a  separarse de las articulaciones, tal era la fuerza que la cuerda ejerció en mis huesos no acostumbrados al tormento. El tórax quería crecer, elevarse, volverse elástico de forma de aliviar el dolor. Todo mi cuerpo desencadenó una lucha contra las ataduras que lo convertían en víctima, me debatí, di giros hacia un lado y otro para luego rendirme. Entonces la cuerda se tensó y todo mi peso colgó de mis muñecas que a su vez colgó de la argolla.
....
 
Me pasé del margen. Esta noche me pasé. ¡Qué imbécil! Horas antes me vanagloriaba de tener suerte porque lo encontré en el gimnasio, puro caso, en la segunda semana de aburrido entrenamiento. Eleonora me dijo que allí nadie iba para practicar deportes a pesar de los sacrificios que implican trasladarse de un lugar a otro con estas bajas temperaturas que te obligan a envolverte en un sobretodo y a ponerte botas y guantes. Eleonora me alertó que casi nadie iba por el deporte sino para liar, y se liaba muy bien según sus experiencias: conoció a un banquero casado y a un soltero al cual le arrancó unas cenas. Y en las últimas semanas salía con su personal trailer, un chico moreno, diez años menor que ella.
Eso era imposible, pensé, no las citas en sí, tampoco su afición por el jovencito rastafari oxigenado, descamisado y sudoroso. Cójeme, anunciaba su sonrisa de perfecto idiota en busca de aventuras con mujeres casadas. Yo no le hubiera dado ni tres puntos ni antes ni después. Lo imposible era que Eleonora hubiera olvidado, olvidado, porque hasta donde recuerdo estaba enamoradísima de Renzo, el hombre más arrogante que exista en la faz de la tierra, pero de pronto era como si lo hubiera borrado de su mente, tal era la forma en que me confesaba sobre sus nuevas aventuras contándome todo con lujo de detalles, explícitamente, algo innatural, impropio de quien usó siempre sentido figurado y rodeos para hablar de temas relacionados con el sexo. Eleonora ha cambiado, supongo que todos hemos cambiado, pero pese a lo que quisiera yo no podría intercambiar comentarios sobre mis intimidades con ella, no entendería nada.
...

 
 

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