a Malecón
novela corta
de
Marilyn Estévez
A mí, que algún día escribiré mis memorias sobre trozos de hojas imaginarias
te hace ser libre.
la autora
En el 1994, los once millones de
habitantes cubanos, cansados de caminar sin rumbo, descuidados, con aires de
pena, emborrachados de promesas, estaban por asistir a una comedia, serían testigos
de un nuevo y espectacular acontecimiento: además del peso cubano, se
autorizaba la circulación del dólar. El pueblo se preguntó: ¿Se caerá el
mundo?, O en un orden menos dramático, ¿Llegaron los americanos?
Pero el gran dirigente salió a la
palestra, ofreció uno de sus inolvidables y “breves” discursos, saludó a todos
los comensales y dio la bienvenida al turismo. Todos se calmaron, regresaron a
sus casas, cogieron platos y se sentaron a la mesa esperando la nueva ración de
víveres. Algunos aún están esperando. Mientras otros, los más objetivos;
salieron a la calle, en su búsqueda.
Sábado por la noche.
Como en cada estación de policía, el mismo
desorden, el mismo ajetreo, la misma cantidad de azules¹ que entran y salen por puertas oscuras, algunas rotas y
oxidadas. Sólo la escuadra del DTI- Departamento
Técnico de Investigaciones- puede
librarse de llevar uniforme. Es más, sólo de esta forma podían capturarme a mí,
que me sé cada rincón de esta Habana totalmente marcada por el imperdonable y a
veces detestable tiempo. ¿En qué pensaba cuando tuve la ocurrencia de sentarme
en aquel parque? Ah, si no hubiese sido por el cansancio de mis pies, de mis
músculos que pedían a gritos una pausa de reposo, después de haber andado por
comercios vacíos y carentes de toda gracia... ¿Debo culpar a la brisa del mar
cercano que invitaba a quedarme allí, en aquel lugar solo y triste, pero eso
sí, bañado de las sombras del majestuoso hotel Cohíba? Apenas veinte minutos,
puntuales como un reloj, ni más ni menos, he aquí que ya lo tenía delante,
propio delante; flaco, feo, con su aire de poco aseado, las ropas hechas
jirones en sus huesudas carnes de humano cumplidor de la justicia. ¡Lo sabía!,
me repito ahora cuando es tarde, demasiado tarde.
Se abre la puerta. Entra el investigador Mario,
conocido como “Colombo”, gracias al serial televisivo americano con el que nos
llenaron las noches de domingos. En una mano trae un papel que tira sobre la
escribanía. Hala una silla y se deja caer pesadamente. Con la mirada que no
muestra compasión, pero al mismo tiempo con un toque malicioso contempla a la
joven que tiene delante. Me mira sin mirarme, como si yo estuviese o no
estuviese, lo mismo da. Soy una muñeca de hueso... y carne que no puedo usar,
tengo una boca que no puede hablar ni siquiera para defender mis derechos.
Porque tendré algún derecho, ¿no?, me pregunto, aun cuando sé que esta pregunta
aquí carece de respuesta.
Prende un cigarro, exhala el humo lentamente. Con
toda la calma del mundo me extiende un papel lleno de garabatos que sin leer ya
sé lo que dice: “La susodicha ha sido sorprendida en lugares públicos…
ostentando… con ánimo de lucro… la
susodicha tentadora firma el presente…” y bla, bla, bla, bla.
-¡Firma
aquí!
Lo sabía. Con aire de grandeza me brinda su pluma
nueva de tinta azul, pero yo no hago caso. La verdad es que estoy cansada. Es
tarde y deseo regresar a casa, y por regresar a casa soy capaz de firmar
cualquier cosa.
Un tiempo atrás era diferente, podía pasar
inadvertida por las calles de mi Habana segura de no ser molestada ni tenida en
cuenta. Es verdad también que en esa época no me interesaba ser objeto de
atención. Ocurría hace tres años. Tan ocupada estaba en presentar mi tesis.
¡Tesis, tesis!, cuánta fatiga para recoger datos que servirían para llenar tus
párrafos. ¡Tesis, tesis!, ¿Dónde estás ahora? ¿En cuál cajón de basura te
habrán tirado mis profesoras de grado cuando mi madre reía feliz de poder
colgar mi diploma de alumna modelo en la sala a la vista de familiares y sobre
todo de los vecinos?
Firmar ahora este otro papel, que en nada que dice
se asemeja a la trabajadora ejemplar que todos esperaban de mí no es que me dé
gracia. Pero Dios, sabes que es tarde, y cuando es tarde y aún no he comido nada,
no sé lo que firmo, y si lo sé, no me interesa.
( Si fdeseas leer mas solo tienes que pedirmelo)
( Si fdeseas leer mas solo tienes que pedirmelo)
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