Blog de la escritora Marilyn Estévez


Soy la que soy y no pretendo ser otra. Cuanto he hecho hasta hoy ha sido siempre con la idea de hacer el bien y ser mejor cada día. Escribo desde que recuerdo, porque las ideas llegan en cualquier momento de la jornada donde me encuentre, lo mismo da una parada de ómnibus, que en espera de la metro; basta un segundo en que esté a solas conmigo misma; las palabras me rodean, me incitan, y ya no puedo hacer otra cosa que coger un papel y dejar que renazcan, fluyan, párrafos e historias que después les cuento en espera que les guste y me hagan llegar sus comentarios de alguna forma. Amo la sinceridad y a los amigos. Amo a quien es generoso y a quien no maltrata a los animales.
He creado este nuevo blog con la idea de no alejarme nunca más, mientras Dios lo quiera. Aquí contaré mis vivencias, secretos, mis sueños y de lo que escribo.
A todos espero les guste.


Miles de saludos desde un pedacito de mi mundo.

jueves, 7 de junio de 2012

Las muchachas de mi trabajo

Trabajo en un restaurante. Soy camarera de sala. Los clientes vienen y van día tras día y noche tras noche. A veces olvido sus caras, tantos son. Como el restaurante es famoso y está en una zona muy céntrica de la ciudad, hay días en los que ocupamos todas las mesas y entiéndase que son veinte mesa en cada una de las tres salas. Yo trabajo casi siempre en la segunda sala y para mí va bien. El número dos me gusta. Me hace sentir en confianza porque no soy ni la primera ni la última, o sea, estoy en el centro, nada puede ocurrir de malo si estoy en el centro. Mis clientes son amables y sonrientes y yo también soy amable y sonriente, pero porque me viene de instinto. Es difícil verme triste. Las muchachas de mi trabajo dicen que llego siempre con el espíritu justo, siempre feliz aún cuando ocurren tantas cosas que darían deseos de llorar. Eso queríamos hacer todos el día en que nos dejó Salia.

Salia
Caminaba entre una mesa y otra con su pantalón negro muy justo al cuerpo y su blusa blanca remangada hasta los codos. Salia sabía de todo, de música, de idiomas... hablaba perfectamente tres idiomas: italiano, francés e inglés y una especie de dialecto de su país. El francés, porque venía de uno de esos países africanos donde se habla. El italiano lo aprendió aquí después que se quedó con un permiso de refugiada política. El inglés, porque conoció un nigeriano con el que se casó y tuvo una niña maravillosa.  Salia es cristiana, por eso sus vestidos son occidentales. Pero tanto tiempo atrás escapó de su país propio por ser cristiana. Un país donde reinan los musulmanes no es un país para Salia que ama la libertad y la emancipación. Sin embargo Salia custodia un secreto: tras su sonrisa se esconde un odio terrible hacia los blancos. Salia dice que no le gusta los blancos. “Querida Salia -le dije en una ocasión-. Un día tu hija crecerá y se convertirá en una mujer bonita y deseada y no olvides que vive en Italia. ¿Qué harás si un día se enamora de uno de estos muchachos de su escuela, un italiano, un blanco?” “Mi marido me ha dicho que si ve a un blanco cerca de nuestra hija lo mata”-respondió. Salia se marchó a Nigeria para que su suegra conozca finalmente a su nieta. Quien sabe si volverá.

Mara
Mara es italiana, tiene cincuenta años. Mara se comporta como una chiquilla de quince porque está enamorada de un hombre que la hace sufrir. Pero ella no se da cuenta de este sufrimiento. Hace poco su relación de ocho años con este hombre se terminó sin un por qué. Desde entonces Mara le escribe desde facebook, por skype, insiste por teléfono; pero él no responde. Ella dice que necesita hablarle, que él debe explicarle el por qué de este cambio sin aviso y por eso hace unos días le ha dicho que irá a verlo a su casa para hablar, pero él no le abrió la puerta de casa. Ella le dejó una carta por debajo de la puerta y todavía espera una respuesta a tanta ostilidad. Mara viene al trabajo porque sabe que el trabajo puede ayudarla a olvidar un poco, pero la verdad es que no logra olvidar.
Valentina

   Valentina se lamenta de la crisis. Dice que no logra andar adelante. Su esposo se a quedado sin trabajo hace dos años y desde entonces trabaja por poco dinero como pintor, albañíl, cualquier cosa donde lo llamen. Y en tanto deben pagar la boleta de la luz, la del condominio, comprar los mandados, acudir a la hija de trece años...
Cuando no habla de sus problemas cotidianos Valentina es siempre alegre.  Para Valentina también decimos que viene con el spíritu justo, aun cuando vive muy lejos y para llegar al trabajo implica casi una hora y media. A veces dice que nos dejará tan pronto encuentre un trabajo donde se gane un poco más. Otras veces se recuerda de diez años atrás cuando trabajaba cerca de su casa en un hotel de lujo que ahora está practicamente abandonado. La vez en que Valentina no vino a trabajar por casi cuatro días porque estaba enferma la echamos mucho de menos. Pensábamos que no volvería y nos sentimos como si nos hubieran amputado un brazo, tanto la extrañaremos cuando decida irse de verdad.

No hay comentarios: