Sentada sobre una piedra Adelena
mira hacia el mar.
Adedelena piensa en el joven
Caden que ha conocido tres meses atrás y que la noche pasada ha vuelto a ver en
la fiesta que preparó su padre para despedir a los que partirían hacia el nuevo
mundo. Adedelena piensa en que fue bonito volver a verlo, pero piensa también
en que ninguno de los dos tuvo valor para
pronunciar palabra. Adedelena piensa en esto y no ha escuchado
los pasos de Laderina que se ha acercado a sus espaldas. Laderina ha adivinado todos
los pensamientos de su hermana y así inicia un diálogo entre las dos musas, sin
necesidad de abrir los labios:
-No hay mal que por bien no
venga.
-Lo sé, pero no me acostumbro a
la idea.-Qué coincidencia. Él tampoco.
-¿Qué habrá hecho después que me vio?
-De hacer no hizo nada, pero pensó mucho.
-¿Qué habrá pensado?
-Tantas cosas. Sobre todo: ¡Al fin!
-Pero ahora, ¿qué hará lejos de mí?
-Los días serán largos, ganará gloria y nombre, y en las noches... estás tú.
-Pero estoy lejos.
-No importa. La distancia es corta si tu recuerdo lo acompañas.
-Yo lo amo.
-Él no lo sabe. Demostráselo.
-¿Cómo hago?
-Podrías preguntarle del tiempo, la hora, ¿qué tal?
-Ya se agotó el tema.
-De todas formas él vendrá a ti.
-Lo intentaré.
-Lo lograrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario